LITERATURA DOMINICANA, EL MODERNISMO

El modernismo en la literatura dominicana


MODERNISMO. Movimiento literario, esencialmente poético surgido en Hispanoamérica a finales del siglo XIX.
Se ha establecido 1888 como su punto de partida oficial del mismo, por ser ese el año que el poeta nicaragüense Rubén Darío, máximo representante de dicho movi-miento, dio a la publicidad su primer libro titulado Azul, donde fusionó las ideas renovadoras de un grupo de escritores latinoameri-canos interesados en alejarse de los planteamientos estéticos románticos prevalecientes entonces. Aunque se extendió hasta 1920 aproximadamente, su mayor momento de esplendor ocurrió entre 1898 y 1907. Sus precursores fueron José Martí (Cuba), Julián del Casals (Cuba), Manuel Gutiérrez Nájera (México) y José Asunción Silva (Colombia).

El modernismo es, por una parte, una reacción contra el prosaísmo que había alcanzo la poesía hispana después de alcanzar mejores momentos en el período romántico, y, por otra, constituye una actitud de admiración hacia las orientaciones logradas por las grandes escue-las poéticas francesas, que se conocen con los nombres de simbolista, parnasiana y decadente. La elaboración personal del modernismo incluye un marcado deseo de dar renovado brillo a la forma echando mano de todos los recursos estilísticos que sean necesarios, y de crear una tendencia nueva y original en la selección de los temas. Alejándose en lo posible del realismo y del naturalismo, el modernismo busca un mundo que bien puede encontrarse en el pasado, en ambientes refinados y aristocráticos, o en exóticas y lejanas tierras. A los moder-nistas les preocupaba la belleza del lenguaje, la originalidad y la música interna del poema. El modernismo es un movimiento tardío en las letras dominicanas.

Las primeras manifestaciones modernistas en el país se encuentran en los poemas Ars nova scribendi (1897), de Gastón Fernando Deligne; Ave única (1898), de Bartolomé Olegario Pérez y en algunos de los textos de Contornos y relieves (1899), de José Joaquín Pérez. De 1898 es también el libro de ensayo Notas y escorzos, de Tulio Manuel Cestero quien exaltó el carácter innovador de la producción poética de varios escritores y poetas modernistas latino-americanos, entre ellos José Enrique Rodó, José María Vargas Vila y Rufino Blanco Fombona. Todos esos poetas usaron en sus composiciones varios de los recursos métricos empleados por los modernistas, pero ninguno de ellos alcanzó el nivel estético del discurso lírico patentizado por Rubén Darío.

Se le atribuye a Pedro Henríquez Ureña la autoría del primer poema realmente modernista difundido en la República Dominicana, Flores de otoño (1901). Sin embargo, las tres voces más representativas del modernismo dominicano son Valentín Giró, Osvaldo Bazil y Ricardo Pérez Alfonseca. Giró, quien se inició con Ecos mundanos en 1902, se consolidó como mo-dernista en 1907 cuando su soneto “Virginia” fue premiado por la Sociedad Casino de la Ju-ventud en los Juegos flores de ese año celebrados en San Pedro de Macorís. Giró fue, posi-blemente, el bardo dominicano más fiel a la estética rubendariana, pues todavía en 1935 se mantenía aferrado a la misma.

Los primeros trabajos modernistas de Bazil aparecieron en el poemario Rosales en flor (1906), pero el libro que realmente lo consagró dentro de dicha tendencia es Arcos votivos (1907). En 1908 escribió “Canto a Rubén Darío”, poema laudatorio donde resalta la gran admiración que sentía por Darío. Tres años después, en 1911, Bazil fue elogiado por Rubén Darío en un artículo publicado por éste en el periódico La Nación, de Buenos Aires. En sus conclusiones, Darío destacó la personalidad e individualidad poética de Bazil. Su persistencia en la práctica modernista le permitió escribir “El pequeño nocturno”, uno de los poemas eróticos más notorios de la lírica nacional. En cuanto a lo formal, la poesía de Bazil está construida en base al endecasílabo, el heptasílabo y el alejandrino.

Ricardo Pérez Alfonseca logró resonancia como poeta a los 17 años de edad y siempre mostró inquietudes innovadoras que superaban las aspiraciones de sus coetáneos. Rubén Darío lo llamó en 1910 “Benjamín de la poesía americana”. Su poemario Mármoles y lirios (1909) es uno de los testimonios más sólidos del modernismo criollo y la mayoría de sus composiciones anuncian el desmembramiento de la poesía dominicana tradicional. Según Carlos Federico Pérez, en Evolución poética dominicana, “Si entre los poetas dominicanos a quienes consagró la amistad Darío ha dejado Pérez Alfonseca el testimonio más relevante de la influencia directa de aquél, no es menos cierto que también acusa desde el principio rasgos del impulso revolucionario que, alentado por ciertos aspectos del movimiento llevaría más tarde a la poesía de vanguardia” (248). De menor importancia dentro del modernismo local son Federico Bermúdez, Enrique Aguiar, Juan Chery Victoria, Julio A. Pineyro y Américo Lugo, quien estampó parcialmente el estilo modernista en su libro de prosa poética Heliotropo (1903). Fabio Fiallo, por su parte, aunque tuvo una gran amistad con Rubén Darío no fue un moder-nista en sí, pues se mantuvo siempre apegado al estilo becqueriano y a los moldes román-ticos prevalecientes durante casi todo el siglo XIX y principios del XX.

Con respecto al cuento y la novela la producción modernista nacional es limitada. Manuel Floren-tino Cestero publicó Cuentos a Lila (1906) y la novela corta El canto del cisne (1915). Tulio Manuel Cestero incluye algunos pasajes preciosistas en Ciudad romántica (1911) y La sangre (1915) y Fe-derico García Godoy lo hizo en Guanuma (1914). Pero la mayoría de los textos narrativos de los mo-dernistas dominicanos apenas registran algunos aspectos estilísticos de la corriente protagonizada por Rubén Darío, ya que los narradores de ese período estaban más preocupados por la problemática política local que por las inquietudes estéticas rubendariana. El modernismo se prolonga , en la mayoría de los casos, hasta la tercera década del siglo XX, pero modernismo comenzó a debilitarse en el país hacia 1921 con la aparición el Postumismo.

1 comentario:

  1. Todo eso es lo que tradicionalmente se ha dicho en los manuales literarios y las principales antologías. Pero cuando se pasa un balance y un inventario real de nuestra producción poética modernista, hemos podido observar que fue muy escasa y pobre en cuanto a asimilar los grandes aportes formales y estéticos de aquella corriente.
    Por ejemplo: Si se escogen todos los poemario de los poetas que se citan se podrá comprobar que sólo contien un titulo hermoso y seductor, pero cuando se va al fondo, a penas aparecen uno o dos poemas con rasgos modernistas muy tímidos.Esos son los archiconocidos en nuestras antologías más emblemáticas; y dos o tres que han sido revelados en estudios recientes. En conlusión, se trata de poemarios de filiación mayormente romántica o neoclásica. No son modernístas en sí. Una o dos golondrinas (poemas) no hacen verano.

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